sábado, 11 de septiembre de 2010

Marcial y Su Sombra


En una pequeña casa recubierta de una pintura morada desgastada, por el sol la lluvia, y el tiempo, cercada con troncos de madera vive uno de los hombres más famosos del lugar, él que un día con inspiración divina -como el mismo lo afirma- compuso el himno de uno de los municipios más importante del Atlántico, Malambo.
Nueve son los hijos que prolongan su apellido, su sangre y su música, tres de ellos con su ultima compañera, con la comparte la humilde vivienda en el barrio Villa Campo, en zona rural del municipio.
Marcial Meza, ocupa un lugar muy importante en la historia de esta poblado, cuando un 24 de agosto de 1993 un mes después de las animadas fiestas patronales – religiosas en honor a la virgen Magdalena, participo en un concurso organizado por Asociación de profesionales de Malambo y la alcaldía, con el fin de darle identidad al municipio.
A sus 53 años sigue entre los estudios de grabación y el campo, entre la agricultura y la música, sin embargo la sombra de su fama parece ser más popular que él.
-Me dijeron que no ésta borracho, vamos y le hacemos la entrevista-, expresó un gran amigo del músico, segundos después de colgar el teléfono para concretar la cita de la entrevista. En un principio no pregunte el porque lo “borracho” pues, pensé que por ser viernes y como es costumbre en este país el señor se “echaba sus traguitos”.
En dos ruedas me fui conociendo lo extenso del municipio, con su paisaje entre citadino y campesino, que suele tener un lugar ubicado tan cerca de la urbe principal.
En una callejuela seca y húmeda, mezclada como el agua y el aceite; con fango en la entrada y polvo a medida que avanzábamos, se vislumbraba un montón de niños, un anciano y otros jóvenes en la entrada del patio de la casa de Marcial, disfrutando de la fresca brisa de la tarde a la sombra de un árbol.
Al fondo se hallaba Marcial y su compañera, debajo de un pequeño “Totumo”, que limitaba el patio entre vegetación espesa de verde intenso al fondo, y la arena, la cerca, y la entrada trasera de su casa.
Una casa, viajes, mujeres, hijos, fiestas y más fiestas, son el inventario de lo que le ha dejado la música, que sigue defendiendo en medio de lo precario de su entorno, y sobre todo en medio del problema que este le acarreo: el consumo indiscriminado de alcohol. Al que pudo vencer en cierta ocasión, cuando asistía a una iglesia cristiana, un trabajo de meses que desecho en un solo fin de semana.